Los tejidos populares granadinos se mantienen en producción desde antiguo con unos sistemas productivos artesanales que sólo se modernizan ya en el siglo XX. Su uso en el hogar estaba destinado básicamente a la realización de cobertores o colchas, extendiéndose después su empleo en la confección de alfombras, tapetes o cortinas. Estos tejidos alpujarreños son los que vemos aparecer en las estampas románticas y en muchas de las figuras de barro. Sus vivos colores están, por ejemplo, en las mantas que se echan al hombro los bandoleros o que cubren a sus caballos.

Sus vistosos colores, amarillo, rojo y verde, siempre en tonos fuertes,  llamaron la atención de los viajeros, siempre atentos al paisanaje que se mueve por la ciudad y no solo a los monumentos. Sus relatos y dibujos reflejan su interés por la rica indumentaria de las clases populares, que algunos de los visitantes incluso adoptan como propia durante su estancia en Andalucía. En estas ropas encuentran todo lo opuesto a lo que encontraban en sus países de origen, criticando la carencia de atractivo y colorido de la vestimenta de sus compatriotas frente a las del pueblo andaluz, llenas de alegría y color.