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PIEZA DEL MES

15/02/2023

Pieza del Mes de Febrero. Isabel II. La gran influencer del siglo XIX por Ángela María López Martín, historiadora del Arte especializada en conservación preventiva e historia de la indumentaria.

OBRA DEL MES DE FEBRERO.

Isabel II. Bernardo López Piquer. Óleo sobre lienzo. Cerca 1850.

En 1833 la muerte de Fernando VII sin descendencia masculina hace temblar los cimientos de la  corona española. La Pragmática promulgada por el rey poco antes del nacimiento de Isabel en 1830 hace que recaiga sobre ella el trono de España.

Sin embargo, las circunstancias de la reina tras la muerte de su padre y la coyuntura política tan  compleja del momento hacen surgir voces contrarias a la heredera. Pretenden usurparle la corona, principalmente por ser mujer, defendiendo la preeminencia en la primera línea de ascenso al torno de la figura del hermano del difunto rey, el Infante D. Carlos María Isidro, dando  así inicio a las Guerras Carlistas. Éstas marcaron el período de regencia de María Cristina, la madre de Isabel, que transcurre entre los tres y los diez años de la joven, pasando posteriormente a estar al cargo del General Espartero, que cae en 1843. Entonces, Isabel II será  proclamada reina, recién cumplidos los trece años, previo adelanto de su mayoría de edad por parte del parlamento.

El reinado de Isabel II se caracterizó por la inestabilidad política marcada por las sublevaciones, los pronunciamientos militares y los numerosos gobiernos, al mismo tiempo que comenzaba la  modernización de España (construcción del ferrocarril, mejora de infraestructuras y reformas en  el sistema de educación, así como en lo concerniente a la protección del patrimonio cultural). Los liberales nunca cejarán en su empeño de derrocar a Isabel, que se ve obligada en 1868 a exiliarse a Francia, con la llamada Revolución Gloriosa, y más tarde a abdicar en su hijo Alfonso XII para favorecer la continuidad de la corona española.

Su vida personal está llena de infortunios, que comienzan cuando tras arduas manipulaciones e  intrigas por parte de Francia e Inglaterra para someter a España, deciden que a la edad de 16 años la reina ha de contraer matrimonio con su primo el infante Francisco de Asís, que fue elegido por exclusión. Aquel matrimonio fue una desgracia, Isabel II era una joven extrovertida y vital del todo incompatible con el carácter taciturno del muchacho cuyo aspecto físico no la atraía en lo absoluto.

Isabel II tuvo diez hijos, de los que sobrevivieron cinco: Isabel, muy popular en Madrid donde era llamada cariñosamente "la Chata"; Alfonso, el futuro Alfonso XII; Pilar; Paz y Eulalia.

Depositado en el museo desde 1973, este retrato nos muestra a una joven reina. La autoría de la obra ha dado más de un quebradero de cabeza, hasta concluir en que salió de los pinceles de  Bernardo López Piquer, quien se inspiró en una obra de 1843 pintada por su padre, Antonio López de quien fuese el principal seguidor. Como su progenitor, se vinculó estrechamente con la corte, siendo primero profesor de pintura de Isabel II y a posteriori primer pintor de cámara especializado retratos. Nunca alcanzó el nivel de excelencia de su padre, algo que apreciamos en la factura de la obra, de la que existen varias versiones, siendo la que nos ha llevado a aseverar su autoría la conservada en el Banco Nacional de España.

La joven reina aparece rodeada de tal nivel pompa y circunstancia que no deja lugar a dudas sobre su rango. Sentada en un trono cuyo respaldo enmarcado por dos fasces intuimos que podría contener una representación alegórica de la Monarquía, está arropada por un gran cortinón y una columna, dos elementos característicos en los retratos de aparato, pero con una significación concreta cuando se trata de retratos reales: representan poder. La reina viste un rico traje bordado, adornan sus cabellos oscuros una hermosa y reluciente tiara de diamantes de la que prende una fina mantilla, el manto de armiño es una alusión a su regia majestad, que enfatizan las bandas de las cruces de Isabel la Católica y de María Luisa. Con su mano derecha sostiene el cetro, que culmina en una bola de cristal de roca y es exactamente el mismo que se utiliza hoy. La mano izquierda apoya en una corona de oro, que a su vez descansa sobre un cojín carmesí. Otro cojín de ese mismo color, aunque de mayores dimensiones, le sirve para apoyar sus pies. A su derecha, junto al trono, se representa un león con una pata sobre una bola del mundo, un tema con una amplia tradición en el retrato real español y que en este caso nos hacen  pensar en los leones del Salón del Trono del Palacio Real de Madrid.

Aunque es una obra solemne que pretende difundir y consolidar el papel y la imagen regia de Isabel II, como hiciera Vicente López, Bernardo López Piquer suaviza ese aura de la monarquía como institución anquilosada y lejana de la realidad con composiciones como ésta, que transmiten una imagen relajada de la joven soberana, cómoda sobre su trono, y por consiguiente, digna de su regio cometido.

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