Eustaquio Marín Ramos (Sanlúcar la Mayor, 1873-1948), fue un destacado pintor activo desde los años finales del siglo XIX hasta su muerte. Borrado parcialmente de la historiografía artística andaluza actual, su arte triunfó, a la vez que fue rechazado, por su carisma expresionista. Fue un personaje bohemio, curioso y transgresor, cuya estética traspasó las fronteras hispalenses. Precisamente, el maestro José Villegas Cordero (1844-1921) tuvo un papel protagonista en el desarrollo e impulso definitivo de la trayectoria profesional del sanluqueño.

Gracias a la recomendación de Villegas y bajo la dirección artística de Moreno Carbonero, pasó una temporada en Madrid, donde acudió al Museo del Prado y a la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando.

Una vez en Sevilla, pintor y mentor desarrollaron una larga amistad. Tanto es así, que fueron numerosas las jornadas del año 1900 en las que pintaron conjuntamente en la Casa de Pilatos, tomando manzanilla cada tarde en un bar del Pasaje del Duque como colofón. Fue entonces cuando el maestro le dedicó el retrato expuesto en el Museo de Huelva, que fue conservado por Marín Ramos hasta su muerte.

Lo cierto es que Villegas estuvo presente en cada uno de los sufridos avances de la carrera profesional del sanluqueño. Éste, en las ocasiones en las que la fortuna le sonrió, siempre acudió en agradecimiento a su mentor:

"Con el producto de la venta envió Marín a Villegas a la Casa de Pilatos un helado con barquillos, que sabía le gustaba extraordinariamente, una fuente de dulces a la madre de don José y bouquet de flores a su señora".

En definitiva, de todo ello fue fruto el retrato que nos ocupa, el único testimonio de los días en la Casa de Pilatos y de toda una historia de admiración y cariño de un artista y su mentor:

"A mi muy querido amigo: Eustaquio Marín, en recuerdo del corto tiempo que hemos pasado juntos en la casa de Pilatos. Sevilla, septiembre 1900".