Esta pieza forma parte de un extenso catálogo que la arqueología denomina como "hallazgos casuales", una característica compartida por otros célebres iconos arqueológicos onubenses, como el depósito de armas de la ría de Huelva o el conjunto de Reshef aparecido en las inmediaciones de la isla Saltés. Todos estos descubrimientos, dependiendo del contexto en el que emergen, pueden carecer parcial o totalmente de información sobre su origen, lo que provoca vacíos que deben ser intervenidos mediante el estudio y la investigación.

La historia del descubrimiento de esta pieza es desconocida, ya que fue encontrada por un particular y depositada en su colección privada durante un período indeterminado, lo que impidió su estudio y la relegó al olvido para la sociedad en general y para la investigación. A principios del presente siglo, la pieza se deposita en el Museo de Huelva y se convierte en una pieza accesible para su estudio.

Los actuales estudios centrados en la protohistoria onubense y específicamente en el antiguo puerto de Onoba, revelan paralelismos con el solar número 10 de la calle Puerto, así como en otros enclaves del Mediterráneo como el caso de la isla de Chipre. El estudio conjunto de todos estos ejemplares ha constatando una vez más la complejidad del antiguo puerto y los extensos lazos que lo unían con las civilizaciones del Mediterráneo y del Atlántico, que dieron lugar a la creación de lo que hoy conocemos como la cultura tartésica.