Obras Singulares
Santa Catalina de Alejandría
Bartolomé Esteban Murillo (Sevilla, 1617-1682)
Santa Catalina de Alejanddría, hacia 1650
Óleo sobre lienzo, 75 x 58,2 cm
Adquisición Junta de Andalucía (2022)
Santa Catalina de Alejandría fue martirizada en el siglo IV por orden del emperador Majencio y finalmente decapitada, según la tradición cristiana. La espada que lleva en su mano derecha y la palma del martirio que sujeta con la izquierda son las únicas referencias iconografías que permiten identificarla.
La santa es representada de medio cuerpo, aislada y recortada sobre un fondo oscuro, fuertemente iluminada desde la izquierda, sin elementos secundarios que completen la escena. Su mirada directa hacia el espectador aproxima esta sencilla composición religiosa al género del retrato, en lo que se conoce como retratos a lo divino. La literatura artística del siglo XVIII afirma que era el retrato de la Tarca, a quien Murillo utilizaba como modelo. La obra pertenece al periodo temprano de la producción del pintor, escasamente representado en el museo. Pintada hacia 1650, muestra la influencia del naturalismo tenebrista de la generación anterior, lo que explica sus antiguas atribuciones tanto a Zurbarán como a Alonso Cano.
La obra fue realizada para la iglesia de Santa Catalina de Sevilla, donde fue descrita junto a la entrada a la capilla sacramental. Las abundantes referencias bibliográficas que la citan, así como dos copias conocidas realizadas en el siglo XVII, manifiestan el gran reconocimiento alcanzado en la ciudad. Durante la invasión napoleónica la pintura salió de Sevilla pasando a formar parte de la colección que reunió el mariscal Soult en 1810. La obra no cayó nunca en el olvido y continuó siendo recordada por diferentes autores, insistiendo en su gran calidad y en la belleza de esa obra entonces perdida. Vendida en 1852 tras la muerte del mariscal francés, el cuadro pasó a la propiedad del hispanista escocés Stirling-Maxwell, quien en 1857 lo prestó a una exposición en Manchester donde todavía figuraba como de Zurbarán. Fue adquirida por un coleccionista suizo a sus descendientes en 1950 y en 1999 pasó al mercado de arte londinense, dándose a conocer esta vez como obra de Alonso Cano. En 2003 Navarrete devuelve definitivamente la atribución a Murillo antes de su ingreso en la colección de la Fundación Focus en el año 2009, último propietario antes de la reciente adquisición por la Junta de Andalucía.