Actualidad
El museo restaura
La reciente restauración de este destacado frontal de altar permite recuperar una obra singular y supone también una ocasión propicia para poner el foco de atención sobre el arte cerámico, que alcanzó en Sevilla especial relevancia. La producción de piezas de vajilla y, sobre todo, de azulejos empleados para el revestimiento de espacios arquitectónicos contó en la ciudad con numerosos talleres, mayoritariamente ubicados en el barrio de Triana.
Este frontal de altar procede del desaparecido convento de monjas mercedarias calzadas de Nuestra Señora de la Asunción, donde formó parte de una de las capillas de su iglesia. Está diseñado con una decoración vegetal en tonos azules, verdes y melados sobre un vistoso fondo amarillo, colorido muy característico de la cerámica sevillana en la segunda mitad del siglo XVI y la centuria siguiente. Se acompaña de la representación de diversos santos hispalenses: en la parte superior, figuran tondos con las imágenes de san Isidoro, san Hermenegildo y san Leandro, mientras en el recuadro central se encuentran las santas patronas de la ciudad, Justa y Rufina. El pintor ceramista las ha representado acompañadas de sus atributos iconográficos más reconocibles: los cacharros de alfarería, que aluden a su oficio, y la Giralda, símbolo de la ciudad de Sevilla, en recuerdo del suceso milagroso, que salvó la torre de su derrumbe gracias a la intercesión de ambas santas.
No se ha encontrado documentación de época o una firma que nos permita asignarla con precisión a un autor o taller. A pesar de ello, sus características formales hacen posible relacionarla, con gran seguridad, con la obra documentada del ceramista sevillano Hernando de Valladares. Su obrador prolongó su actividad gracias a sus hijos, y se mantuvo activo gran parte del siglo XVII, acometiendo algunos de los proyectos decorativos más suntuosos que se proyectan en la ciudad. Los paños cerámicos que decoran los conventos de santa Clara (1622) y santa Paula (1617-1631), la capilla de la Virgen de Rocamador, en la parroquia de san Lorenzo (1609), o el claustro mayor de la Merced, actual Museo de Bellas Artes, son algunos de sus trabajos.
Este tipo de paños cerámicos de carácter religioso, concebidos a imitación de los ricos frontales de altar realizados con lujosos tejidos y bordados en oro, son característicos de la alfarería sevillana, pudiéndose encontrar todavía en la ciudad ejemplares similares en su ubicación original. De la familia Valladares son, por ejemplo, los de los conventos de santa Clara (1622) y santa Paula, ambos en Sevilla, o el de la iglesia de Nuestra Señora de la O en Sanlúcar de Barrameda.
El prestigio de la cerámica sevillana de este momento propició un floreciente mercado que sobrepasó lo local, llegando a diferentes puntos de la península ibérica y alcanzando, incluso, a los territorios de la América hispana. Los frontales de altar formaron parte de este comercio transatlántico, y aun hoy son visibles obras de esta tipología en edificios religiosos de países como México o Perú. Los Valladares exportaron también sus creaciones, conservándose importantes conjuntos salidos de su taller en los conventos de san Francisco (1638) y santo Domingo (1606) de Lima.