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El museo restaura

Retablo del Salvador, hacia 1530
Anónimo sevillano (siglo XVI)
Óleo sobre tabla, 217,8 x 149 cm. 
Desamortización (1840)

 

El conjunto está compartimentado en ocho escenas a modo de retablo, distribuidas en tres cuerpos horizontales y tres calles verticales. El tema principal es poco frecuente en la pintura sevillana: la bajada de Cristo resucitado al seno de Abraham. Vemos a Cristo con Adán, arrodillado y de aspecto avejentado, como patriarca del género humano. A la izquierda, la Virgen es acompañada por una de las santas mujeres, y a la derecha se encuentran Eva y san Juan Bautista, que porta el lábaro. Ocupando las hornacinas de la arquitectura italianizante y en perspectiva, se encuentran Moisés, con las tablas de la Ley, y Aaron, con la vara y el fuego, antecedentes bíblicos de la salvación.

La Natividad, en la parte inferior, alude a la venida de Jesús como augurio de la redención. A la izquierda del cuerpo central está la escena de Jesús y la mujer cananea, y arriba, Cristo con la samaritana. A la derecha en el cuerpo superior, aparece el santo Job con su mujer y, debajo, Tobías y el ángel. 

El conjunto muestra que el descenso de Jesús a los infiernos cumple el anuncio evangélico de la salvación universal. Como manifiestan las escenas circundantes a la central, la misión mesiánica de Jesús se amplía a los hombres y mujeres justos de todos los tiempos y de todos los lugares sin distinción, siendo todos partícipes de la Redención.

La restauración

Sala 2

San Jerónimo, hacia 1626-1627
Francisco de Zurbarán
Óleo sobre lienzo, 198 x 125 cm
Desamortización, 1840

El San Jerónimo era uno de los padres de la iglesia latina pintados para la sacristía del convento de san Pablo de Sevilla, junto con el San Ambrosio y el San Gregorio aquí presentes.

La obra evidencia la capacidad del pintor en el tratamiento de la figura, que se presenta a tamaño natural, de tres cuartos y solitaria sobre fondo neutro. Destaca su rotunda presencia y volumetría gracias al intenso claroscuro que provoca la iluminación lateral al personaje que emerge de las sombras.

Zurbarán refleja la veracidad e intensa expresión del rudo rostro, con espero bigote y barba blanca como corresponde a su faceta de anacoreta en el desierto donde re retiró para dedicarse al estudio de los textos sagrados. De ahí el león apenas visible por unas pocas pinceladas y el gran libro. Sin embargo, el santo aparece como cardenal. Su indumentaria muestra la magistral ejecución con que detalla las distintas calidades de los tejidos, resultado que logra únicamente con dos colores: el escarlata para las telas más pesadas de la sotana, el mantelete y el capelo cardenalicio, que, además, se pone en valor al contrastarlo con el blanco del roquete de menudos pliegues.

La restauración

 

Sala 10