Actualidad
El museo restaura
Nuestra Señora del Pópulo (hacia 1670)
Anónimo sevillano
Convento del Pópulo. Sevilla
Desamortización (1840)
Este panel de azulejería representa a Nuestra Señora del Pópulo, advocación titular del desaparecido convento agustino de ese nombre, que se encontraba en el sevillano barrio del Arenal. El conjunto presidía la fachada de la iglesia, rodeada de otros paneles de cerámica de Triana que representaban santos agustinos. En el siglo XVII, en que se edificó el templo, era habitual el recubrimiento con paneles cerámicos, concebidos como cuadros aislados, formando fachadas-retablo. En este caso, estaba formado por tres calles, quedando esta obra sobre la portada. Con la desamortización de los bienes eclesiásticos, los azulejos se desmontaron y trasladaron al museo instalándose en el vestíbulo todos excepto este, separando lo que hasta entonces había constituido el conjunto más notable en Sevilla de este tipo de decoración mural.
La iconografía/representación de la Virgen del Pópulo tiene su origen en la pintura de la Virgen Salus Populi Romani, conservada en la iglesia de Santa María Maggiore de Roma, de origen bizantino. Se presenta de medio cuerpo sosteniendo en sus brazos al Niño que está en actitud de bendecir. Viste, como tradicionalmente, con túnica púrpura y manto azul y, al igual que su hijo, está coronada y la estrella en el hombro alude a su virginidad. A diferencia del original romano, esta representación supera el hieratismo del icono y las figuras, si bien no se comunican con la mirada, lo hacen con el gesto de la Virgen de acercar su cabeza al Niño y por la mano de este que acaricia la de su madre. Al mismo tiempo, los rostros ganan en expresividad al dirigirse al espectador con intensa mirada y un asomo de sonrisa.
Patio de los Bojes
Retablo del Salvador, hacia 1530
Anónimo sevillano (siglo XVI)
Óleo sobre tabla, 217,8 x 149 cm.
Desamortización (1840)
El conjunto está compartimentado en ocho escenas a modo de retablo, distribuidas en tres cuerpos horizontales y tres calles verticales. El tema principal es poco frecuente en la pintura sevillana: la bajada de Cristo resucitado al seno de Abraham. Vemos a Cristo con Adán, arrodillado y de aspecto avejentado, como patriarca del género humano. A la izquierda, la Virgen es acompañada por una de las santas mujeres, y a la derecha se encuentran Eva y san Juan Bautista, que porta el lábaro. Ocupando las hornacinas de la arquitectura italianizante y en perspectiva, se encuentran Moisés, con las tablas de la Ley, y Aaron, con la vara y el fuego, antecedentes bíblicos de la salvación.
La Natividad, en la parte inferior, alude a la venida de Jesús como augurio de la redención. A la izquierda del cuerpo central está la escena de Jesús y la mujer cananea, y arriba, Cristo con la samaritana. A la derecha en el cuerpo superior, aparece el santo Job con su mujer y, debajo, Tobías y el ángel.
El conjunto muestra que el descenso de Jesús a los infiernos cumple el anuncio evangélico de la salvación universal. Como manifiestan las escenas circundantes a la central, la misión mesiánica de Jesús se amplía a los hombres y mujeres justos de todos los tiempos y de todos los lugares sin distinción, siendo todos partícipes de la Redención.
Sala 2
San Jerónimo, hacia 1626-1627
Francisco de Zurbarán
Óleo sobre lienzo, 198 x 125 cm
Desamortización, 1840
El San Jerónimo era uno de los padres de la iglesia latina pintados para la sacristía del convento de san Pablo de Sevilla, junto con el San Ambrosio y el San Gregorio aquí presentes.
La obra evidencia la capacidad del pintor en el tratamiento de la figura, que se presenta a tamaño natural, de tres cuartos y solitaria sobre fondo neutro. Destaca su rotunda presencia y volumetría gracias al intenso claroscuro que provoca la iluminación lateral al personaje que emerge de las sombras.
Zurbarán refleja la veracidad e intensa expresión del rudo rostro, con espero bigote y barba blanca como corresponde a su faceta de anacoreta en el desierto donde re retiró para dedicarse al estudio de los textos sagrados. De ahí el león apenas visible por unas pocas pinceladas y el gran libro. Sin embargo, el santo aparece como cardenal. Su indumentaria muestra la magistral ejecución con que detalla las distintas calidades de los tejidos, resultado que logra únicamente con dos colores: el escarlata para las telas más pesadas de la sotana, el mantelete y el capelo cardenalicio, que, además, se pone en valor al contrastarlo con el blanco del roquete de menudos pliegues.
Sala 10