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Cabeza de apóstol

 

Gracias al depósito del Museo Nacional del Prado podemos contemplar esta obra de la primera época de Velázquez  que se expone junto con el Retrato de Cristóbal Súarez de Ribera, la única obra que se conservaba, hasta ahora, en el Museo del genial pintor sevillano.

Representa la cabeza de un apóstol no identificado que probablemente formaba parte de un apostolado. El fuerte naturalismo lo relaciona, según algunos autores, con las obras de un Ribera joven.

Con toda probabilidad el pintor ha tomado un modelo real. De ahí  su rostro ajado, con fuertes surcos de arrugas, barbado y con una penetrante mirada que no deja indiferente al espectador. Con gran economía de tonos cromáticos el pintor ha conseguido transmitirnos muy eficazmente sensación de vida. Una pindelada enérgica y amplia dota a la figura de carácter y vigor pero también de una mirada afligida que le confiere cierto tono melancólico. Una fuerte iluminación, que proviene de un foco situado a la izquierda, incide con intensidad sobre el rostro haciendo destacar la figura del fondo neutro con el que establece un fuerte contraste y del que le separa una sutil luminosidad que no llega ser un halo y lo situa espacialmente.