La cerámica artística
La producción de piezas exclusivas de gran valor artístico singularizó a La Cartuja, respecto de otras fábricas contemporáneas nacionales y tiene sus antecedentes en industrias nacionales como las reales fábricas de El Retiro y Moncloa y más cercano a la producción de Pickman, la fábrica de Sargadelos.
La característica principal de la producción artística es que constituían series de fabricación limitada y que su elaboración era más costosa por estar pintadas a mano o con técnicas laboriosas como el cloisonné, y que dada su finalidad ornamental, solían ser de tamaño considerable.
En un primer momento los motivos decorativos seguían la moda rococó para pasar acto seguido hacía un gusto más clasicista procedente de fábricas francesas como Limoges y Sèvres. Seguidamente se documentan una gran diversidad de estilos ornamentales: clásicos, barrocos, orientales ya fueran persas o japoneses, románticos, isabelinos, etc., siendo la temática naturalística la más empleada aunque se conocen piezas de temática mitológica, histórica, arquitectónica, costumbrista, etc.
La primera mención que se conoce a este tipo de piezas se documenta en la tarifa de precios de 1852 en la que se detallan objetos de adorno para jardines y edificios pero a partir de 1862, con la participación en distintas exposiciones universales, es cuando se generaliza la producción de piezas de fantasía y adorno como pequeñas esculturas y ménsulas primero y otras piezas como floreros, jarrones, ánforas, tarjeteros o placas. Como ocurrió con otros tipos de producción de la fábrica, la crisis experimentada en 1930 supuso casi la desaparición de estas piezas. La baja demanda, la falta de artistas especializados y los excesivos costos de producción están detrás de esta decisión de la empresa. De manera ocasional se han fabricado piezas de este tipo a partir de la década de los 70 pero sin un impacto significativo en la producción global de la fábrica.