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La huella del agua en el Museo Arqueológico de Córdoba

Recorrido por las piezas relacionadas con el agua en la historia de Córdoba

(Por Francisca López Garrido, Jefa del Departamento de Difusión del Museo Arqueológico de Córdoba)

 

 

 

El agua es imprescindible para la vida, como decía Vitrubio, estando presente en la historia del hombre desde los albores de la humanidad. Este preciado elemento ha determinado la pervivencia humana ya desde los confines de la prehistoria, cuando el hombre era predador y subsistía de lo que la naturaleza le ofrecía. Los ríos, arroyos u otros medios de aprovisionamiento de agua, como fuentes o manantiales, le garantizaban el suministro necesario para su subsistencia, además de que eran abrevaderos naturales para los animales de que se componía su dieta alimenticia, favoreciendo la caza y la pesca.También fueron vías naturales de comunicación, los primeros cauces articuladores del territorio. En base a ello, las primeras zonas controladas por el hombre fueron las próximas a los ríos.

 

En nuestro territorio provincial, el Guadalquivir y sus afluentes concentraron los primeros grupos humanos. De estas zonas proceden los primeros útiles de piedra que han llegado a nosotros, fabricados según una técnica muy rudimentaria. Se trata de piezas trabajadas sobre cuarcitas y sílex, talladas con un percutor para extraer lascas y hacer los bordes más cortantes, como la que se muestra en el bloque introductorio inicial de la exposición: un bifaz hallado en la ribera del río Guadajoz, en la campiña cordobesa, fechada en el Paleolítico Inferior (entre 250.000-100.000 a.n.e.) Los bifaces más comunes suelen ser hachas de mano, cuya función era de carácter doméstico, usándose para cortar la carne, trabajar la madera o preparar pieles. Otras piezas similares se muestran en la sección de la prehistoria, como la punta de flecha de sílex, adscrita al Paleolítico Medio (Musteriense), fechada entre el 125.000 y 40.000 a.n.e.

 

Los cambios experimentados durante el Neolítico, en torno al VI milenio a.n.e. no se habrían producido sin la presencia de este recurso, determinante en la aplicación de nuevas técnicas económicas, centradas en la domesticación de plantas y animales, así como en el desarrollo de la producción cerámica, que requiere la presencia del agua en su proceso de fabricación. El descubrimiento de las posibilidades que ofrece la mezcla de arcilla y agua, que permite manipular la forma de un objeto para adaptarlo a las necesidades surgidas con las nuevas prácticas agrarias, fue toda una revolución. Este avance permitió la fabricación de vasijas cerámicas de variadas formas y tamaños para la contención de líquidos u otros alimentos para su preparación, cocción, almacenaje y posterior comercialización. Una muestra representativa de estas primeras cerámicas es el vaso cerámico procedente de la Cueva de los Murciélagos, de Zuheros, con decoración impresa y a la almagra, técnica característica de nuestro territorio en esta época.

 

El desarrollo de la economía productora tendrá como consecuencias el sedentarismo. Se pasó de una sociedad nómada de cazadores y recolectores a otra de productores de sus medios de alimentación, que se asentará en un espacio que garantice su supervivencia, apareciendo los primeros asentamientos humanos estables junto a puntos de aprovisionamiento de agua. Otra consecuencia de las nuevas prácticas económicas será la modificación de la dieta alimenticia, en la que el agua es también el principal ingrediente para la preparación de guisos y gachas que irán sustituyendo a los asados, como atestigua la cuchara de cerámica neolítica que se expone y cuyo uso surge en este momento.

 

Durante el Calcolítico, en torno al III milenio a.n.e. se generalizaron los cambios económicos surgidos en el Neolítico, lo que supuso una mayor diferenciación jerárquica de la sociedad y un cambio en la explotación y articulación del territorio. El descubrimiento de las posibilidades que ofrecía el metal en la producción de utensilios fue también revolucionario, relegando las anteriores producciones en piedra. El primer metal utilizado por el hombre fue el cobre, después el bronce, producto de una aleación cobre-estaño. La necesidad de conseguir metales provocará el desarrollo de los intercambios comerciales, como demuestra la expansión por todo el ámbito mediterráneo y centroeuropeo de la cerámica campaniforme, a través de las vías terrestres, cuyo trazado se inicia en este momento, aunque seguían siendo importantes las vías fluviales, en torno a las cuales surgieron los primeros asentamientos, lo suficientemente estables como para hablar ya de poblados o ciudades.

 

En nuestra provincia surgieron núcleos urbanos importantes, como la Colina de los Quemados, primitivo asentamiento de Córdoba, en el actual barrio del Parque Cruz Conde, con una ubicación geográfica privilegiada, junto al río Guadalquivir, vía de comunicación de los productos agrarios de la campiña y de la riqueza minera de Sierra Morena. El origen de nuestra ciudad se justifica, por tanto, por la cercanía a un importante curso de agua. Este asentamiento estará ocupado durante el Bronce Final (S. VIII a.n.e.) hasta el siglo II a.n.e. cuando, ya bajo dominio romano, se abandona por el desarrollo de otro núcleo urbano en el espacio ocupado por la Córdoba actual.

 

En torno al I milenio a.n.e. los avances en la navegación marítima permitirán la generalización de los intercambios comerciales a mayor escala, entre pueblos muy alejados entre sí. Algunas piezas, como el ungüentario fenicio y la pátera ática nos muestran la existencia de contactos comerciales con estos pueblos de los confines del Mediterráneo oriental, más evolucionados, que introducirán en nuestro territorio el uso del torno, que facilitará el desarrollo de la alfarería, así como la metalurgia del hierro y el alfabeto, que dará lugar a la aparición de los primeros documentos escritos, que nos permiten la entrada en la Protohistoria.

 

Los contactos con estos pueblos mediterráneos promoverán la diversificación cultural de los pueblos autóctonos. Se producen transformaciones en las costumbres, creencias y formas de organización económica y social, dando origen a la Cultura Ibérica, en torno al S. VI a.n.e., que supondrá un escalón más en el proceso evolutivo de las sociedades prerromanas. La sociedad ibérica está rígidamente estructurada y su base económica se asentaba en la agricultura, la ganadería, la explotación de los recursos mineros y el comercio, favorecido por los cauces fluviales. Las ciudades ibéricas, amuralladas, se situaban junto a cursos de agua, fuentes o manantiales y en espacios altos para su defensa. Lo que indica que eran tiempos de gran inestabilidad, como atestigua la gran profusión de material bélico que ha llegado a nosotros (falcatas, puntas de lanza, glandes...), favorecida su fabricación por el empleo del hierro introducido por los fenicios. La cerámica ibérica, que ya se fabrica de forma industrial, multiplica y perfecciona sus producciones en los numerosos centros urbanos que surgen en el sur de nuestro territorio provincial.

 

La integración de la Península Ibérica en la estructura territorial romana, hacia el S. III a.n.e., supuso la organización política y territorial de Hispania y su distribución en provincias. Tras la reforma del año 27 a.n.e. nuestra ciudad, que experimentó un gran desarrollo tras ser fundada como campamento militar junto al antiguo asentamiento ibérico en las proximidades del río Baetis, detentará la capitalidad de la provincia Bética, la más romanizada del imperio. Ello influirá en el crecimiento y monumentalización de Colonia Patricia Corduba, donde, entre las destacadas edificaciones que engrandecieron nuestra ciudad, se construyeron instalaciones relacionadas con el sistema de abastecimiento de agua: el Aqua Vetus Augusta (edificado entre fines del S. I a.n.e. - inicios S. I) y el Aqua Nova Domitiana, reutilizado en época islámica. Estas construcciones desempeñaron un papel muy importante en el proceso de urbanización de la ciudad, pues además de su función de abastecimiento de agua, cumplieron la de embellecimiento de la ciudad, por las numerosas fuentes que jalonaban su recorrido.

 

Una de las esculturas más destacadas de nuestra exposición, la Afrodita Agachada, podría haber formado parte originalmente de una de estas fuentes públicas. La escultura muestra a la diosa Afrodita, desnuda y agachada, probablemente recibiendo agua en la espalda durante el baño o mirando su reflejo en el agua de un estanque. Pudo estar originalmente destinada a decorar alguna construcción relacionada con el agua, unas termas o una fuente. La aparición de estatuas fuente en las cercanías de la zona de hallazgo de esta pieza (en la calle Amparo, de nuestra ciudad) dan fe de la importancia de la arquitectura hidráulica durante la época romana.

 

La capitalidad de la provincia bética que detentó nuestra ciudad en época imperial se justifica, entre otras razones, por su situación estratégica, junto al río Baetis, que en aquella época era navegable, en barcos de pequeño calado, hasta nuestra ciudad. De aquí partían productos que se cultivaban en la provincia, especialmente aceite y vino, que se transportaban en barcos hasta Roma, en ánforas olearias y vinarias fabricadas en hornos situados en las riberas del río Baetis entre Córdoba y Sevilla.

 

El agua era fundamental para la cultura islámica, encontrándose destacadas muestras materiales de su uso generalizado en la Córdoba andalusí. La Pila de Al-Rummaniyya es una de ellas, reflejo del gusto aristocrático por el lujo y la riqueza, destinada a la decoración de las almunias o fincas de recreo, donde el agua discurría entre acequias, albercas y fuentes. Se muestra un objeto cerámico en forma de león, identificado con un posible surtidor de alguna de las numerosas fuentes que se distribuían por el territorio urbano y suburbano de la capital de al-Andalus, donde el agua no solo era utilizada para uso doméstico. Su aprovechamiento como fuente de energía promovió el desarrollo de multitud de ingenios hidráulicos como molinos, aceñas, norias fluviales¿ de los que quedan destacadas huellas en nuestra ciudad, testigos de la generalización de la práctica del regadío. La cultura del agua y su importancia en la Córdoba andalusí se muestra en el audiovisual de este ámbito de la exposición.

 

Los brocales de pozo, de piedra o cerámica, tenían la función de proteger las bocas de los pozos para la extracción de agua. El museo conserva una importante colección de brocales, uno de ellos se muestra en la sección de la Córdoba bajomedieval. Se trata de un brocal de pozo de estilo mudéjar, que destaca por su belleza decorativa. Datado entre los siglos XIV-XV, procede del Convento de Santa Marta, uno de los lugares más emblemáticos del mudéjar cordobés.

 

En la sección dedicada a la Vida Cotidiana se ofrece un amplio repertorio de objetos de uso doméstico destinados a la contención de agua y otros líquidos o semilíquidos: jarras, jarrones y otras piezas de cerámica y objetos de vidrio, de diversas variedades estilísticas y períodos históricos, que ilustran convenientemente nuestro recorrido temático sobre el agua en la historia de Córdoba. Se expone una muestra representativa de cerámicas íberas, romanas y andalusíes, desde el tipo de cerámica lisa característica del yacimiento ibérico del Cerro de la Cruz en Almedinilla, pasando por las distintas variedades de cerámica romana (terras sigillatas de diversas etapas y procedencias, cerámica de paredes finas), objetos de vidrio y de metal. De época andalusí se exponen cerámicas comunes, pintadas, vidriadas, con decoración verde y manganeso, cerámica melada, de loza dorada, un bacín almohade.

 

En el ámbito de las Creencias Religiosas el agua es presente en algunos de los ladrillos decorados con temática cristiana. La representación de un jarrito litúrgico en uno de los ladrillos decorados nos informa sobre la importancia del agua en la simbología de la nueva religión cristiana. El agua brotando de una roca es una de las escenas del sarcófago paleocristiano, entre otras escenas bíblicas. Representa el milagro de la piedra de Horeb, tema extraído de un relato apócrifo, según el cual, Pedro, al igual que Moisés, hizo brotar el agua de una roca con su vara.

 

En el ámbito del Ocio y espectáculos públicos se muestra la Botella de los Músicos, pieza de cerámica decorada con la técnica verde y manganeso, también contenedor de agua u otros líquidos, de época andalusí. Es una pieza destacada por su decoración figurativa, presentando en su franja central una escena con figuras humanas, de carácter posiblemente cortesano.

 

En el yacimiento arqueológico este líquido elemento está también presente en las canalizaciones que recogían el agua procedente de la cavea del Teatro Romano de Colonia Patricia y en la alberca almohade, seccionada por el corte sur y que conserva restos de enlucido policromado en almagra, testigo de la reocupación del espacio físico del Teatro Romano en épocas posteriores. Lo que viene a justificar la consideración de Córdoba como ciudad superpuesta.

 

 

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