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El zoológico de piedra

Recorrido temático por la decoración zoomorfa del museo

(Por Francisca López Garrido, Jefa del Departamento de Difusión del Museo Arqueológico de Córdoba)

 

 

La decoración zoomorfa es el tema artístico más antiguo de la historia del arte, remontándose al arte rupestre y al arte mobiliar paleolítico, punto de partida de unas manifestaciones que estarán presentes en la cultura material de las civilizaciones que poblaron nuestro territorio. En el Museo Arqueológico de Córdoba se conservan algunas piezas que presentan este tipo de decoración. Os invitamos a descubrirlas. Proponemos un recorrido temático que nos acercará a piezas prehistóricas, ibéricas, romanas, paleocristianas, visigodas e islámicas que contienen representaciones figurativas de animales que nos descubrirán el significado simbólico que se oculta tras cada una de estas imágenes.

 

Nuestro recorrido se inicia en el primer ámbito de la exposición, en una de las piezas destacadas de nuestra colección: La Estela de Ategua, adscrita al Bronce Final, período orientalizante (siglos X-VI a.n.e.). Estela funeraria de piedra caliza con inscripciones muy esquematizadas, entre las que se distinguen las representaciones de algunos animales, posiblemente destinados a los sacrificios en honor al alma del difunto. Dos de las imágenes representadas se han identificado con caballos que parecen tirar del carro que transporta el cadáver del difunto, representado con coraza en el plano superior de la estela, rodeado de algunos objetos de su ajuar funerario. El caballo es el animal más representado en la historia del arte. Se le asocia al movimiento, a los desplazamientos. En contextos funerarios simboliza la marcha a la otra vida, siendo mensajero de la muerte y conductor de las almas a su reino, aunque también indica la heroicidad del difunto guerrero, el poder espiritual del individuo. Símbolo guerrero por su capacidad para la acción bélica, se le asimila también al culto solar.

 

La decoración zoomorfa es usual en otros pequeños objetos de procedencia oriental, como el Peine de marfil con decoración incisa, que incorpora la imagen de un caballo caminando hacia la derecha y en cuyas patas aparece una flor de loto. El caballo nuevamente es representado como símbolo del movimiento, asimilado también a divinidades solares. La imagen presenta restos de decoración en torno al vientre, que se han identificado con unas alas, relacionándolo con el caballo alado inmortal Pegaso, nacido del cuerpo de Medusa, que interviene en algunas leyendas de la Antigüedad clásica. Sobre el sentido simbólico habitual del caballo, la añadidura de las alas lo convierte en el símbolo de la elevación sublime en su relación con las artes, en símbolo de la inspiración artística, de la imaginación creadora.

 

El mundo ibérico, influenciado por las culturas mediterráneas orientales y por el arte celta del ámbito cultural centroeuropeo, también incluye figuras de animales en sus prácticas decorativas. Algunas relacionadas con el mundo de la orfebrería, de gran importancia dados los importantes vestigios que nos han legado y que demuestran el gran dominio de este arte: fíbulas, pulseras, torques, anillos,... distintivos del sector privilegiado de la sociedad que demostraba su estatus social con las joyas y otros objetos de lujo. Algunas de las Fíbulas del Tesoro de los Almadenes, del S. III a.n.e. incorporan decoración zoomorfa, como la decorada con cabezas de caballos, animal representado por su asimilación al culto solar y su vinculación al movimiento.

 

Sin embargo, el capítulo más destacado de la decoración zoomorfa ibérica se manifiesta en la escultura. Ésta produce multitud de figuras zoomorfas que se representan exentas, estáticas y sin formar parte de escenas más complejas. Son esculturas esquemáticas, rígidas, de animales reales, sobre todo leones y bóvidos. El león es considerado tradicionalmente rey de los animales, símbolo de energía, fuerza, poder, soberanía... El mundo ibérico lo representa en contextos funerarios para señalar la virtud de los humanos a quien representa, indicando la fiera protectora del difunto. El toro indica la perduración de la vida, su poder fecundante y su relación con el mundo de la oscuridad y de la luz, asimilándose a signos astrales. Ambas se relacionan con el mundo funerario y normalmente rematan pilares-estelas.

 

Nuestro museo conserva una destacada muestra de estas representaciones escultóricas. Actualmente, en exposición se encuentra el león ibérico de Nueva Carteya, en el ámbito dedicado a las creencias religiosas, en la planta baja. La imagen, realizada en piedra caliza, representa un león en postura exenta. El león es el animal más frecuentemente representado en el mundo ibérico, ya que las culturas de la antigüedad mediterránea lo relacionaban directamente con la realeza, estando destinados a proteger las sepulturas de personajes poderosos. Estas representaciones estaban dotadas además de un cierto carácter mitológico, casi fantástico, pues estos animales en esta época no existían en la Península Ibérica. Suelen representarse con la boca abierta, en una actitud amenazante. Cumplen la función de amedrentar a los malos espíritus o a los saqueadores de tumbas. Podían también haber formado parte de monumentos más complejos o en contextos religiosos y honoríficos, no funerarios. También como elemento delimitador de un territorio político controlado por unas élites que habrían encontrado en este animal un signo de identidad y una simbología común.

 

Nuestro recorrido se detiene ante una pieza de datación romana que representa una proa de nave de piedra caliza micrítica negra en la que se reconoce una imagen identificada con la cabeza de un jabalí. Este animal es muy representado en el ámbito funerario, siendo un motivo decorativo que se convierte en tema ornamental de monumentos conmemorativos de victorias navales o de militares en época romana. Su hallazgo en un contexto funerario y junto a la imagen de una proa de nave, puede indicarnos que se trata de un monumento funerario referido a un personaje destacado de la Córdoba imperial dedicado a la práctica naviera o militar.

 

En la cultura romana, los animales más representados son la luperca (la loba de Rómulo y Remo) y el águila que figuraba en el estandarte de cada unidad militar. Las representaciones animalísticas formaban parte de la decoración de los mosaicos de las villas romanas, donde se representaban escenas de caza, lucha de gladiadores con animales, competiciones hípicas en el circo, calendarios agrícolas... También aparecen en la decoración de fuentes o ninfeos, acompañando a las representaciones de dioses, formando parte de la decoración de las lucernas, en joyas y en objetos de uso cotidiano como en el mobiliario, así como en la decoración de objetos de ajuares funerarios.

 

Nuestra pieza emblemática, la Afrodita Agachada, muestra a la diosa posiblemente recibiendo agua en la espalda durante el baño o mirando su reflejo en el agua de un estanque. Este tipo iconográfico fue muy difundido en época romana, durante la época imperial. A la diosa le acompaña una figura de ave, muy fragmentada, que se ha identificado con un ánade, que simboliza potencialidades creadoras y fecundantes, la bondad, el silencio, la melancolía. Entre los ánades destacan las representaciones del cisne, ave emblemática de Apolo, que representa la poesía y la música, acompañando con frecuencia a Afrodita. Se le asimila con la belleza de las mujeres, cuya apariencia de tales es solamente una bella vestidura de la que se despojan para bañarse.

 

También aparece decoración zoomorfa en dos fragmentos arquitectónicos de frisos decorados de algunos edificios destacados de nuestra ciudad en época romana. Uno de ellos se considera parte integrante del friso decorativo del Templo Romano de la calle Claudio Marcelo presentando decoración con roleos de elementos vegetales y animales, como el de un pajarillo picoteando un brote de hoja. Otro es una placa decorada en relieve con guirnaldas vegetales de hojas y frutos entre los que se han identificado dos pájaros picoteando una flor y un reptil, que puede identificarse con una salamandra. Este tipo decorativo, en el que se entrelazan frondosos elementos vegetales y algunas figuras de animales se interpretan como símbolos de fertilidad y de la felicidad y prosperidad que el emperador trae a su pueblo. Forma parte del lenguaje oficial imperial, en el que el poder de las imágenes se utiliza para una labor de propaganda imperial, teniendo en el Ara Pacis su máximo exponente. Reproduce el modelo simbólico e ideológico de paz y prosperidad del reinado de Augusto.

 

Nuestro recorrido continúa en el ámbito de la casa romana y nos detenemos ante una pata de mesa en forma de león, pieza labrada en mármol que formaba parte de una mesa circular sostenida por tres patas y que presenta decoración con forma de pata de felino que acaba en su parte superior en cabeza de león, labrada con gran detallismo. Estas representaciones entroncan con el sentido de realeza que simboliza este animal. Considerado tradicionalmente rey de los animales, se considera símbolo de energía, fuerza, poder, soberanía. Datada en época flavia, a fines del S. I, este mobiliario doméstico se situaba normalmente en zonas al aire libre, en peristilos o jardines de las domus o villas romanas.

 

Esta temática es también objeto de la decoración de las lucernas romanas. Una de éstas, realizada en arcilla mediante molde, representa la imagen en relieve de un caballo montado por una amazona, que parece estar herida. Imagen que puede representar una escena de lucha, posiblemente formando parte de espectáculos públicos, temática de amplia difusión durante el Alto Imperio Romano.

 

Las joyas también suelen presentar decoración zoomorfa, como anillos en forma de serpiente, en los que se representa el cuerpo del animal en el aro completo de la pieza, simulándose las escamas de su piel, la cabeza y la cola en los extremos del aro, que no se unen, destacando la cabeza por su tratamiento y por incluir engastes de piedras preciosas simulando los ojos del animal. Este tipo de joyas era muy usual en el mundo romano y podían tener un doble sentido, servir como mero adorno personal o servir como amuleto protector, dado el significado misterioso o mágico que siempre ha caracterizado a la iconografía de la serpiente, que en Roma encarna al pater familias, el alma del antepasado fundador de la casa. Vinculada a la tierra, encarna la vida en sus manifestaciones más primarias. Se la relaciona con la vida subterránea del alma. A pesar de sus conexiones con el mundo de los muertos, influye también en la existencia cotidiana de los vivos.

 

En el ámbito de las creencias religiosas romanas se expone una representación zoomorfa en un fragmento de pavimento cuyo emblema central representa la figura de un caballo alado: el Mosaico con representación de Pegaso. Datado en el S. II, representa la figura de este animal, de perfil, en actitud de caminar sobre un suelo de hierba, rodeado de elementos decorativos geométricos. Se trata de una iconografía de frecuente representación en el mundo romano, de influencia griega y que entronca con las leyendas de la Antigüedad clásica que solían encarnar este caballo alado inmortal, hijo de Medusa, como símbolo de la inspiración divina en el arte y sus valores estéticos. Las alas del caballo provocan la elevación sublime hacia la fuente de inspiración artística, concepción muy arraigada en el mundo clásico.

 

La iconografía del grupo escultórico que representa al Mithras Tauróctono, dios de origen persa, cuyo culto se desarrolló en Hispania desde mediados del S. II hasta fines del S. III difundido por los legionarios romanos, presenta una amplia representación simbólica zoomorfa: un toro, un perro, un escorpión y una serpiente junto al dios persa Mithras, con el atuendo oriental al modo persa. Se trata de un grupo iconográfico de amplio sentido simbólico, relacionado con la repetición anual del ciclo de la muerte y resurrección. Estas imágenes son símbolos de un dios creador representado en un joven que sacrifica al toro, de cuya sangre purificadora bebe el perro, fiel amigo de Mithras, que guarda el alma. La serpiente a sus pies produce las plantas y del escorpión surgen los animales y los hombres. El toro es representado como símbolo regenerador y dador de vida; el perro relacionado con los valores de fidelidad y de colaboración con el dios; la serpiente vinculada a la tierra y el escorpión como arrebatador de las capacidades fecundadoras del toro... El culto a este dios presenta muchas similitudes con el cristianismo, siendo uno de sus más destacados antecedentes.

 

La iconografía cristiana, omnipresente desde la antigüedad tardía y en el arte medieval, es muy abundante en simbología animal, siendo el cordero y la paloma los más representados. El cordero en su representación de Cristo y la paloma como el Espíritu Santo y como símbolo de las almas que acceden a la gracia de Dios. Otra representación muy utilizada es la de los tres animales que se representan entre las cuatro figuras del Tetramorfos (El toro que representa a San Lucas; el león que representa a San Marcos, el águila a San Juan y el ángel a San Mateo). El león también se usa en la iconografía de San Jerónimo o en referencia a pasajes bíblicos (los leones de Daniel) y las ovejas como representación genérica del pueblo de Dios. Animales como la serpiente son representados en alusión al paraíso terrenal, así como otros que han servido para desarrollar la habilidad de los artistas de todas las épocas.

 

Una de las piezas que se muestra de esta época es el fragmento de sarcófago que representa la escena bíblica de Daniel en el foso de los leones. Relieve de poca profundidad en el que se representa esta escena bíblica en una pieza de carácter funerario, que puede interpretarse como emblema de la salvación del cristiano por la intervención de Dios, el triunfo de la fe contra la persecución. El león es el símbolo de Cristo y de la resurrección, de ahí su presencia en los sarcófagos cristianos. Puede datarse en el S. IV, momento de enorme actividad en los talleres de sarcófagos escultóricos de Roma, de tema cristiano, que fueron exportados a la Bética.

 

Una placa cerámica con decoración a molde realizada en arcilla color rojizo presenta en una de sus caras decoración a molde en relieve que representa en su centro un cáliz y a sus lados dos pavos reales afrontados y otros símbolos cristianos: sellos circulares en relieve con crismón flanqueado por las letras apocalípticas alfa y omega. Asociada a revestimientos parietales o de sepulturas, puede datarse en torno a los siglos IV-V, en época tardorromana, siendo una de las primeras producciones del arte paleocristiano en la Bética. Algunas de estas producciones incluían temas paganos, aunque las más frecuentes suelen ser de simbología cristiana, tales como las cráteras o cálices flanqueados por palomas o pavos reales y crismones. Los pavos reales bebiendo de un cáliz aluden a la inmortalidad del alma alcanzada con la eucaristía.

 

Otra de las piezas emblemáticas de nuestra colección que contiene representaciones zoomorfas es el sarcófago paleocristiano, cuya decoración frontal presenta escenas del Antiguo y Nuevo Testamento: El Sacrificio de Isaac; La Negación de Pedro; la Multiplicación de los panes y los peces; Adán y Eva en el paraíso terrenal y el Milagro de Moisés. También se representan algunas escenas de la vida de Jonás. Incluyen imágenes zoomorfas que se han identificado con un cordero, un gallo, un pez, una serpiente... Todos ellos animales protagonistas junto a los personajes bíblicos de las escenas representadas y que contienen una simbología en sí mismos. El cordero junto a Isaac, símbolo del inocente a punto de ser sacrificado y de la presencia de Cristo impidiendo ese sacrificio; el gallo que siempre acompaña a Pedro en sus negaciones de Cristo; El pez como símbolo de la multiplicación de la fe en los seguidores de Cristo; la serpiente como símbolo del mal y de la pérdida de la inmortalidad por parte de la humanidad. En la parte superior del sarcófago se representa la leyenda de Jonás, visualizándose un monstruo marino (tradicionalmente identificado con una ballena) que en una escena engulle a nuestro protagonista y lo devuelve en la escena contigua, apareciendo también un tritón, personaje mitológico con cabeza humana y cola de pez, siendo éste un recurso decorativo muy frecuente en las obras con referencias marinas.

 

Las representaciones de animales son muy frecuentes en el arte paleocristiano y visigodo. Una de las piezas más destacadas de este momento histórico es el Capitel de los Evangelistas, que alberga en cada una de sus caras, aunque de difícil apreciación, las figuras de los cuatros Evangelistas mediante su representación simbólica como el Tetramorfos, presentando cabeza de animal y cuerpo humano: San Lucas, representado con cabeza de toro; San Juan con cabeza de águila; San Marcos, que a pesar de representarse con cabeza de león, parece estar representado con cabeza humanos, así como San Mateo, representado con rasgos totalmente humanos.

 

El arte musulmán, a pesar de las limitaciones coránicas a las representaciones figurativas, incorpora estas imágenes en sus artes decorativas. Tanto la cerámica como la escultura andalusí aporta destacados ejemplos: pilas con relieves decorativos, fuentes con esculturas de animales, capiteles, objetos cerámicos, objetos de uso cotidiano... Los objetos destinados a ser empleados en palacios y casas particulares podían representar seres vivos, pero no los destinados a espacios sagrados. La figura animal tiene gran representación en el arte califal cordobés. Leones y otras bestias, de metal o de mármol, decorando pilas, fuentes, capiteles... alternando escenas zoomorfas con decoración floral, suelen darse en el arte de Madinat al-Zahra, llegando a su momento álgido en las últimas décadas del S. X. La imagen del león es muy utilizada por estar asociada a la idea de fuerza, poder y bravura, actuando como guardián. Esta simbología está directamente relacionada con la propia idiosincrasia de Córdoba, como capital del Estado omeya y como centro del poder de al-Andalus y, por tanto, guardiana de ese estado.

 

Una de las piezas de nuestra exposición que contiene este tipo de decoración es la Pila de Al-Rummaniyya. Pila de fuente esculpida en mármol blanco en forma de artesa que presenta decoración en altorrelieve en tres de sus caras, de temática floral y animalística, incorporando cabezas de leones, cabras y carneros. Sus motivos decorativos son reflejo del gusto aristocrático por el lujo, de la riqueza destinada a la decoración de las fincas de recreo en la Córdoba califal y de la exaltación de un tipo de vida característico de la clase dirigente cordobesa.

 

Otra de estas piezas es un surtidor cerámico en forma de león, pieza de cerámica vidriada en tonalidad verdosa en forma de felino con las fauces abiertas que descansa sobre una plataforma rectangular, lo que nos indica que sería utilizada como surtidor de un aguamanil.

 

El caballo es el animal representado en otra de las piezas cerámicas de nuestra colección: el Ataifor con representación de caballo. Pieza con decoración en verde manganeso, de época califal, que individualiza esta figura zoomorfa como protagonista destacado en su composición decorativa y que incide en el uso generalizado de este tipo de decoración en el período de máximo esplendor del arte califal cordobés.

 

La última pieza de nuestro recorrido, en al ámbito del ocio, es una figurita cerámica realizada a mano en forma de perrito, muy esquemática. Está relacionada con la costumbre de regalar a los niños el primer día del año juguetes de cerámica, algunos con forma de animales: caballos, perros, peces, reptiles... tradición muy extendida en todo el área hispanomusulmana durante el S. X.

 

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