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Mi pieza favorita
(Por José Escudero Aranda, Asesor Técnico del Museo Arqueológico de Córdoba)
Son muchas las piezas de las que custodia el Museo Arqueológico de Córdoba que me entusiasman. Pero, sin duda, de las que están actualmente expuestas, mi favorita es el ataifor califal decorado en verde y manganeso con un caballo.
La pieza, relativamente pequeña en comparación con otros grandes ejemplares, apareció formando parte de los ajuares domésticos de unas "humildes" casas de campesinos del arrabal oriental, excavadas yace ya varios años por Virginia Barea en la actual Avenida de Rabanales.
Y esta es una de las primeras cosas que sorprenden de la pieza, porque ¿qué hace una cerámica verde y manganeso -el verde se obtiene del óxido de cobre y el manganeso produce un color negro o morado- de tal calidad, digna de las vajillas de Madinat al-Zahra, en la casa de un campesino?; ¿era su poder adquisitivo tan alto como para permitirse adquirir una pieza que, seguramente, sería cara?; "había un mercado de este tipo de cerámica que se ha asociado tradicionalmente, quizá sin demasiado fundamento, a los talleres oficiales de Madinat al-Zahra".
Son preguntas a las que solo podemos responder con hipótesis, pero el hecho está ahí: un campesino poseía, entre otras, una cerámica verde y manganeso que quizá fue fabricada en un taller oficial del estado califal o, si no, en un taller que proveía de estas vajillas a la mismísima corte del califa. Dejémoslo ahí, aunque no es el único caso, como bien demuestran los muchos ejemplares de cerámicas verde y manganeso, de gran calidad en su factura, recuperados de entre las ruinas de las casas en los arrabales occidentales.
La decoración del ataifor es muy canónica: una cenefa vegetal de palmetas, que ocupa las paredes y el borde, envuelve un motivo central que, en este caso, es un magnífico caballo. El animal presenta rasgos muy naturalistas, a pesar de lo esquemático del diseño. Va completamente enjaezado; sobre la silla de montar hay un escudo redondo y las cinchas están anudadas. Éstas, junto con el trenzado de la cola, nos dicen que es un caballo militar. Reproducción, sin duda, del caballo -real- de algún mando militar -también real-del ejército califal. Esto puede comprobarse en el estudio que nuestro añorado Juan Zozaya, desgraciadamente ya desaparecido, dedicó a este tipo de representaciones militares y que publicó en el volumen --- de los Cuadernos de Madinat al-Zahra.
Fue el propio Juan Zozaya quien hace unos años, en una conversación informal visitando la actual exposición del Museo Arqueológico, me ofreció una posible interpretación de la decoración de la pieza como una referencia explícita al Califa. El soberano omeya estaría representado por el caballo, que es prácticamente idéntico al del conocido ataifor de Medina Elvira. En éste, sin embargo, un pájaro se posa en su grupa y sostiene las bridas con el pico; en el nuestro, un escudo redondo va fijado a la silla de montar. Para Juan Zozaya, el caballo de Elvira representa al califa vivo, de ahí la presencia del pájaro; el de Córdoba, al califa ya difunto. La gran doble palmeta que se despliega sobre el caballo sería una representación del alma del soberano que asciende al paraíso, representado por la espléndida cenefa vegetal -el paraíso islámico es un jardín-.
La interpretación es enormemente sugestiva y la consigno aquí como un pequeño homenaje a Juan. La podremos compartir o no, pero lo que sí deja claro es la potente carga simbólica de la cerámica verde y manganeso califal, en la cual no hemos penetrado aun con la debida profundidad.