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Los trabajos de consolidación de las casas nazaríes del CM Alcazaba de Almería.
El pasado mes de enero concluyeron los trabajos de consolidación llevados a cabo en las casas nazaríes y que nos muestran la importancia que adquiere la restauración en los conjuntos arqueológicos y monumentales. Pero antes de comenzar a describir dichos trabajos, queremos recordar ciertos aspectos de la conservación y restauración de bienes arqueológicos y culturales.
Aunque es a partir del s. XX cuando comenzamos a ver una preocupación creciente por la conservación del Patrimonio, el proceso de degradación-conservación se observó ya en la Historia del Arte en el s. XVIII, concretamente en pintura, cuando se llevaron a cabo las primeras tareas de restauración sin unos criterios básicos, que provocaron ciertas alteraciones históricas en las obras originales. Por tanto, podemos considerar el s. XX como el momento clave del desarrollo de la conservación de los bienes culturales, tanto muebles como inmuebles, concretamente a raíz de la Carta de Atenas de 1931, derivada del Congreso Internacional de Arquitectura sobre conservación de monumentos de Arte e Historia. Posteriormente, otros organismos internacionales vendrían a unirse a este interés por la conservación del Patrimonio. En concreto, tenemos que hablar de la Recomendación de la UNESCO sobre los Principios Internacionales que deberían aplicarse a las Excavaciones arqueológicas de 1956. Aquí se advertía de la conveniencia de conservar intactos cierto número de lugares arqueológicos y el deber de asegurar el mantenimiento de los monumentos, vigilar con atención la restauración de los vestigios, y el mantenimiento y acondicionamiento de los lugares, objetos y monumentos. A su vez, recomendaba también una acción educativa para despertar y desarrollar el respeto del público por los vestigios del pasado. Así, en la Carta para la Protección y Gestión del Patrimonio arqueológico de la UNESCO de 1990 se habla de la conservación del yacimiento en su lugar original, con un mantenimiento correcto.
Muy importante también es la Carta de Restauro de 1972, sustituida por la de 1987, ya que supone el establecimiento de una normativa general, destacándose la reversibilidad de toda operación restauradora y la puesta en valor de técnicas y materiales tradicionales frente a los modernos.
No obstante, tenemos que decir que será la revisión del Convenio Europeo para la Protección del Patrimonio Arqueológico, llevado a cabo en Malta en 1992, cuando la conservación del patrimonio adquiera un especial protagonismo. De hecho, es ahora cuando se adopta por primera vez el concepto de conservación integral, y la conservación en el lugar original, tomando especial interés la idea de la difusión a todos los niveles de la sociedad.
En cuanto a la legislación española, el marco legislativo básico es la Ley de Patrimonio Histórico Español de 1985, donde se establece el compromiso de que la técnica más moderna debe respaldar la conservación, consolidación y mejora. A su vez, ese mismo año se creó el Instituto de Conservación y Restauración de Bienes Culturales, ahora Instituto del Patrimonio Cultural de España, convirtiéndose en un centro pionero y especializado en la investigación sobre conservación y restauración.
A nivel andaluz, en el año 1991 se promulgó la primera Ley de Patrimonio Histórico Andaluz, renovada posteriormente en el año 2007, y que establece un marco común para toda la comunidad autónoma andaluza. A su vez, de vital importancia fue la creación en el año 1990 del Instituto Andaluz de Patrimonio Histórico, ya que puso en marcha un programa de normalización orientado a que los proyectos de intervención se basaran en una serie de conocimientos previos sobre el bien a restaurar, a la par que las intervenciones se efectuasen con unas mínimas garantías de calidad, tanto de los materiales como de las técnicas.
Por tanto, tenemos que partir de la idea de la importancia que cobra el proceso de conservación y restauración de los bienes culturales, en nuestro caso los arqueológicos. Y es que los restos arqueológicos, ya sean objetos o estructuras, sufren una serie de mecanismos de alteración que se ponen en marcha en el momento justo en el que se produce su excavación, por lo que las condiciones de humedad y temperatura cambian, provocando alteraciones. En el caso de los vestigios arquitectónicos, como es el caso de las casas nazaríes que estamos analizando, al ser restos exentos, carecen de protección, por lo que son más vulnerables a la acción de factores medioambientales y antrópicos.
Si bien es cierto que la conservación de los restos arqueológicos se ha planteado tradicionalmente como un trabajo excepcional, generalmente cuando existía una partida presupuestaria para ello, en la actualidad se está tomando conciencia de la importancia de la conservación y restauración en la arqueología y el patrimonio histórico. De ahí que deba existir una estrecha relación entre la arqueología y la restauración, pues la labor del restaurador comienza ya en el propio terreno, durante las tareas de excavación, en el momento en el que comienzan a aparecer los primeros objetos y restos.
En el caso de las casas nazaríes, se corresponden con una serie de estructuras relacionadas con un espacio habitacional reformado en el período nazarí. Se localizan en el segundo recinto, concretamente en el sector norte, entre las casas árabes musealizadas y los denominados baños de la tropa. Esta zona fue excavada a partir del año 2000, cuando se llevó a cabo el desescombro, documentación, consolidación y puesta en valor de los restos arqueológicos documentados. De esta forma, se trata de un espacio de viviendas de pequeño tamaño, de unos 28 m², que estructuralmente se corresponden con la típica vivienda andalusí de la época. En este sentido, los espacios habitacionales que han podido ser identificados cuentan con un patio central en torno al que se distribuyen el resto de estancias, que además son plurifuncionales, en el sentido de que dependiendo del momento del día, tenían unas funciones u otras. Como consecuencia de diversos terremotos acaecidos en el pasado en la ciudad de Almería, y el hecho de haber servido como escombrera y vertedero, los restos arquitectónicos conservados se reducen al arranque de los muros o paredes, construidos con la técnica de tapial, y los suelos de las estancias o habitaciones, realizados a base de mortero de cal, y de ladrillo en el caso de los patios.
Después de su excavación y documentación se llevaron a cabo una serie de actuaciones encaminadas a la consolidación y puesta en valor de las estructuras. De esta forma, los suelos de mortero de cal fueron cubiertos y protegidos, realizándose encima una recreación de suelo. A su vez, se eliminó la flora en crecimiento, se hizo una limpieza superficial para la eliminación del polvo y la tierra, y se llevaron a cabo consolidaciones químicas en muros y en algunos elementos cerámicos existentes en los patios, además del sellado de fisuras y aplicación puntual de mortero de cal en ciertos lugares que corrían el riesgo de pérdidas de material.
Aún así, tenemos que tener en cuenta que son estructuras que se encuentran al exterior bajo diferentes condicionantes que alteran y deterioran su composición, como los cambios de humedad y temperatura, las radiaciones de la luz solar, lluvias, crecimiento de vegetación, etc. Es por ello que a lo largo de estos años se han acometido labores de restauración y conservación de forma periódica, como la llevada a cabo en el año 2009, en la que se realizaron distintos tratamientos, como la preconsolidación y consolidación, limpieza mecánica en seco y eliminación de agentes de biodeterioro como plantas y raíces, sellado de fisuras mediante mortero de cal y arena, reintegración de color y protección final de las estructuras mediante consolidantes.
En cuanto a la última intervención desarrollada por el restaurador César Ordás, bajo la dirección de Gerardo Úbeda, tenemos que decir que se han llevado a cabo una serie de actuaciones encaminadas a paliar las lógicas alteraciones que se van produciendo en este tipo bienes. En este sentido, lo primero que se llevó a cabo fue la limpieza superficial de la suciedad, depósitos de polvo, restos vegetales y fragmentos de mortero de anteriores intervenciones que se encontraban sueltos o degradados. Para ello se realizó un cepillado con brochas de pelo suave y una aspiración mecánica simultánea.
Una vez terminada dicha limpieza, se procedió a una protección preventiva temporal en zonas puntuales de enlucidos con riesgo de desprendimiento o disgregación. Se trata de una actuación con carácter provisional y previo a la consolidación química a través del engasado con tarlatana de gasa de algodón y resina acrílica diluida en azetona. A continuación, se realizó la consolidación química por pulverización en sucesivas aplicaciones en zonas donde los materiales se encontraban más degradados y disgregados, seguido de una inyección de mortero con un producto especialmente formulado para su consolidación. A su vez, se procedió al sellado de bordes, fijaciones de capas desprendidas y rellenos de diversos huecos a través de un compuesto especialmente preparado y usado en restauración. Por último, se eliminó la protección preventiva y se llevó a cabo una hidrofugación, es decir, la impregnación con agentes hidrofugantes de ciertas superficies especialmente expuestas a la erosión por las precipitaciones.
Por tanto, estas últimas actuaciones llevadas a cabo en este sector de la zona arqueológica del CM Alcazaba de Almería, nos recuerda la fragilidad de nuestro patrimonio, y como los procesos de degradación que sufren las estructuras arqueológicas pueden conllevar pérdidas materiales muy preocupantes si no se llevan a cabo actuaciones de consolidación y restauración periódicas que ayuden a su preservación. Nuestro patrimonio arqueológico es uno de los bienes culturales más importantes de nuestra sociedad, heredera de un pasado que si no lo cuidamos, conservamos y defendemos, terminaremos por perder nuestra esencia. Y es que los bienes arqueológicos nos hablan de nuestro pasado, de cómo fuimos, por qué somos así, y hacia donde vamos.
Referencias:
- Cirujano Gutiérrez, C., y Labarde Marquere, A., (2001). "La conservación arqueológica". Arbor, CLXIX, 667-668, pp. 691-709.
- Fernández Ibáñez, C., (1988). "Arqueología y conservación. Una visión general". Espacio, Tiempo y Forma. Serie II. Historia Antigua, pp. 427-442.
- Sanz Nájera, M., (1988). "La conservación en Arqueología". Munibe, n.º 6, pp. 65-71.
- Memorias de intervención del CM Alcazaba de Almería. Años 2009 y 2021.
¿¿ Dpto. de Difusión. CM Alcazaba de Almería.