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Centro Solar Michael Hoskin

Para facilitar en lo posible la compresión de la idea sol-orientación que se observa en los dólmenes de Antequera, como en otros muchos casos, se construyó en el año 2007 esta plaza como preámbulo a la visita, llamada así en honor a uno de los pioneros en los estudios sobre Arqueoastronomía. El objeto esencial de esta disciplina es la investigación de las orientaciones astrales de ciertos edificios de la Prehistoria y la Antigüedad a partir del conocimiento de las dos ramas que la integran: la Arqueología y la Astronomía.

Descripción Tecnica

Se encuentra alineada con el eje del dolmen de Viera y orientada hacia la salida del sol por el horizonte en los equinoccios. La plaza se constituye en función de las direcciones de los puntos cardinales, dando a sus elementos un doble cometido funcional y astronómico.

 

Desde aquí se dirige la mirada al horizonte donde se sitúa La Peña y se podrá comparar con la ilustración que nos ofrece el perfil grabado en el banco curvo que rodea la plaza. En él se representan tres soles que indican su posición de salida por el horizonte en unos días muy concretos del año, el de la izquierda marca el solsticio de verano, el central los equinoccios y el de la derecha el solsticio de invierno.


Lo primero que observarían los grupos humanos que construyeron estos monumentos es que, situados en un lugar fijo de observación, el sol no sale todos los días por el mismo punto del horizonte. Mirando hacia el este, saldrá justo frente a nosotros en los equinoccios, es decir, los momentos en que el día y la noche tienen la misma duración. Esto ocurre dos veces al año, al comienzo de la primavera y al del otoño. Pongámonos en el equinoccio de primavera. A lo largo de la misma, el sol saldrá cada día más hacia el norte hasta llegar a un punto extremo. Es el solsticio de verano, en el que los días son más largos y las noches más cortas. A partir de entonces, el sol irá retrocediendo cada mañana hasta volver al centro, es decir, al este: es el equinoccio de otoño. Luego, a medida que transcurre esta estación, el sol saldrá cada vez más hacia el sur, alcanzando su punto extremo en el solsticio de invierno, momento en el que los días son más cortos y las noches más largas. Después irá retrocediendo cada día hasta alcanzar el punto de partida, de nuevo el este, de nuevo el equinoccio de primavera. Así, habrá transcurrido un año y habremos establecido de forma exacta el principio y el fin de las cuatro estaciones.


Bajo los pies, en el centro del pavimiento, se representa la Rosa de Menga que, a modo de Rosa de los Vientos, marca las orientaciones de los principales dólmenes de la Península Ibérica.  La orientación es un factor determinante en la comprensión del significado simbólico de la arquitectura dolménica. Cabe apuntar que los ciclos solares no pasaron desapercibidos para ninguna sociedad en la Antigüedad y, menos aún, para las megaliticas. Es más, estos ciclos astronómicos marcaban los ritmos en todos los aspectos de la vida; desde la cosecha a los rituales de la muerte. No sólo las construcciones ibéricas, sino también las europeas, tienden a orientar sus entradas, más o menos, hacia la salida de sol por el horizonte, tal como puede comprobar en la mayoría de las marcas representadas en la rosa.

 

El caso de los megalitos antequeranos es, en este sentido, excepcional y representativo, teniendo cada uno de ellos orientaciones diferenciadas. En estos especiales días del año (equinoccios y solsticios) el Conjunto Arqueológico ofrece al público visitante Las Celebraciones del Sol, promoviendo actividades didácticas y de arqueología experimental. Puede, también, reservar su plaza para observar cómo el sol inunda el interior de los sepulcros (más información en el Centro de Recepción).


Además de los elementos comentados, en la plaza encontramos el reloj solar ecuatorial en el centro, la meridiana a su izquierda y, por detrás de esta, el olivo centenario.


El reloj solar marca las horas del día a través de la sombra de su bastión, también llamado gnomon, en la cara norte durante la primavera y el verano y, en la cara sur, durante el otoño y el invierno. Dichas caras tienen marcadas en su superficie las unidades de tiempo. En los equinoccios la trayectoria del sol coincide con el plano del reloj, por lo que las horas se reflejan en el mismo gnomon.


La meridiana nos indica el mediodía a lo largo del año. 

 

Por último, el Memorial de los Dólmenes. Se trata del olivo centenario que estuviera durante años ante el atrio de Menga desde, al menos, 1886  hasta 2005, momento en que fue reubicado aquí con motivo de los trabajos de ordenamiento del Campo de los Túmulos. Testigo silencioso y memoria viva de las huellas de cuantas personas han pasado por Menga, ha sido elegido como eje del memorial. Una serie de monolitos, formando un crómlech atemporal, contienen los nombres de todos aquellos que han contribuido a la tutela y valorización de los dólmenes de Antequera.

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