Las ciudades romanas se caracterizan por un uso abundante de los recursos hídricos. El acueducto llevaba agua potable a termas, edificios de espectáculos, fuentes, edificios públicos y algunos privados, establecimientos industriales y comerciales.

En Itálica ya existía un sistema de abastecimiento de agua potable en el siglo I d.C., que es complementado en la centuria siguiente. El primero proviene del río Guadiamar y el segundo, de Tejada.

El canal se asienta sobre una sucesión de arquerías -"arcuationes"- cuando hay que salvar vaguadas importantes.

Para atravesar elevaciones se practicaba un túnel donde era instalado luego el "specus", conformado a veces tan sólo por la propia roca labrada. Estos tramos subterráneos eran registrables gracias a lumbreras o pozos de inspección -"spiramina"-. En ocasiones cubrían trayectos de gran longitud, hasta 5 Km. sin asomar a la superficie, o descendían a profundidades próximas a los 30 metros.