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Flagelación de san Jerónimo

Juan de Valdés Leal (Sevilla, 1622 - 1690)
Flagelación de san Jerónimo, 1657
Óleo sobre lienzo, 224 x 247 cm
Desamortización (1840)

 

Procedencia

Monasterio de San Jerónimo de Buenavista. Sevilla

Comentario

La pintura forma parte de la serie de seis escenas que ilustraban pasajes de la vida de san Jerónimo realizadas por Valdés Leal para la sacristía del convento de San Jerónimo de Buenavista de Sevilla. Tras la desamortización de 1835 pasó a formar parte de la colección del Museo de Bellas Artes de Sevilla junto con el Bautismo de san Jerónimo y Las tentaciones de san Jerónimo, más seis de las doce representaciones de destacados santos y frailes de la orden que completaban este ciclo pictórico, hoy disperso en varios museos y colecciones privadas. La Orden Jerónima tuvo gran fama por ser española y gozar de la protección de la Corona y de grandes valedores en la nobleza. El convento de San Jerónimo de Buenavista, situado a extramuros al norte de la ciudad, dependió del monasterio de Guadalupe hasta su reconocimiento en el capítulo de la orden de 1426. La realización del importante ciclo narrativo para la sacristía, el mejor de los que abordó, pudo ser la principal causa de que el pintor dejara Córdoba para establecerse definitivamente en su ciudad natal. 

La iconografía de este capítulo de la vida de san Jerónimo fue descrita en una carta que dirigió a su discípula santa Eustoquio. En ella relata la visión de ser llevado en espíritu ante el tribunal de Dios por haber preferido la lectura de autores latinos como Tulio o Cicerón a los textos sagrados, su arrepentimiento y el severo castigo de su flagelación infligido por unos ángeles. Este episodio ya había sido tratado por Zurbarán para el monasterio de Guadalupe, optando por mostrar el arrepentimiento del santo, mientras que Valdés elige la visión de mayor tensión y dramatismo destacando el acto de la expiación. San Jerónimo prefirió la vida eremítica como lugar de reflexión e intimidad con Dios y Valdés, haciendo gala de su capacidad para la invención iconográfica, traslada la fuerza expresiva del combate espiritual que experimentó. 
La composición presenta planos diferenciados que dividen la pintura en dos mitades oblicuas. Valdés usa el esquema ya habitual de contraponer las figuras situadas en el plano terrenal, a contraluz, sólidas y contundentes, con la atmósfera luminosa y etérea del espacio celestial que baña toda la escena y las figuras evanescentes de Cristo, la Virgen y san Juan Bautista. Su dinámica propuesta se centra en el gesto de la figura del ángel que, vuelto de espaldas, gira sobre sí mismo con las alas extendidas para impulsar los flagelos que azotarán al abatido santo. A su derecha otro ángel ha detenido el castigo y parece solicitar su perdón al grupo celestial. La técnica valiente y enérgica, en la que conviven pinceladas largas con briosos toques, y el virtuosismo en el uso del color, con combinaciones audaces pero armoniosas, nos muestran ya el personal lenguaje del artista. Un estilo teatral, dinámico, una factura inquieta y elocuente puesta al servicio del gesto y la expresión que nos muestra el barroquismo triunfante en la escuela sevillana de la segunda mitad del siglo XVII. 


María del Valme Muñoz Rubio: Valdés Leal 1622 - 1690), Sevilla, Consejería de Cultura y Patrimonio Histórico, 2021, p. 266.