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Esencias del más allá. El ungüentario de pasta vítrea de la necrópolis de Los Torviscales (Fuente Tójar, Córdoba) por Juan Ignacio Vallejo Sánchez. director del Museo de Cádiz.

Esencias del más allá. El ungüentario de pasta vítrea de la necrópolis de Los Torviscales (Fuente Tójar, Córdoba).
Juan Ignacio Vallejo Sánchez. Director del Museo de Cádiz. Conservador de Museos.

 

El objeto al que dedicamos estas líneas, expuesto actualmente en las salas del Museo Arqueológico de Córdoba, es un ungüentario fenicio de pasta vítrea datado en el siglo IV a.C. Formaba parte del ajuar funerario de uno de los enterramientos localizados en la segunda campaña de excavaciones (década de 1980) en la necrópolis de Los Torviscales, en Fuente Tójar, relacionada con el yacimiento del Cerro de las Cabezas.
Llama poderosamente la atención el colorido logrado con la técnica de elaboración de este objeto, por lo demás en un magnífico estado de conservación. El uso de la pasta vítrea se relaciona con tradiciones próximo orientales, si bien su uso e extendió por el Mediterráneo de la mano del comercio fenicio y griego desde el siglo VI a.C., teniendo su momento de máximo apogeo a partir del siglo IV a.C.
La técnica consistía en la elaboración de una mezcla de productos con base de sílice, carbonato cálcico y alcalí (de sodio y de potasio) que vitrificaban a altas temperaturas y que permitían un modelado de formas -por lo general, sobre un núcleo de arena- antes de su enfriamiento. Permitía por lo general la elaboración de objetos de pequeño tamaño y sin duda debió ser una técnica altamente especializada. Elaborados con esta técnica se han hallado pequeños recipientes de formas diversas, como vemos en numerosos yacimientos de Andalucía, Sureste, Extremadura (Cancho Roano), Submeseta sur (El Turuñuelo), Levante, islas Baleares (Ibiza) y costa catalana (Ampurias). Con esta técnica y sus variantes también se elaboraron pendientes figurativos, cuentas, sirviendo así mismo como complemento decorativo de la orfebrería fenicio-púnica (por ejemplo, los medallones de la necrópolis de Cádiz).

 

Para encontrar un uso más extendido y versátil del vidrio tendremos que esperar hacia el cambio de Era, cuando se idea la técnica del soplado de vidrio, extendida por el Mediterráneo con el Imperio Romano.


Muchos de los hallazgos apuntados han tenido lugar en contextos funerarios. Además de los condicionantes que favorecen la conservación de materiales tan frágiles en estos contextos, sin duda tenemos que considerar que su uso se circunscribía en gran medida a una función suntuaria y funeraria. Centrándonos en el caso del ungüentario de El Torviscal, cabría pensar no solo en el elegante y delicado continente que constituye, sino también en el contenido que albergaría, de no menor consideración que el primero.

¿Qué sustancia o producto debió contener tan preciado recipiente? Por el contexto en el que aparece -funerario- y por el tamaño reducido, pensamos que podría tratarse de perfume. El uso del perfume en contextos religiosos y rituales, en general, y funerarios en particular, está atestiguado en el mundo antiguo y en el propio universo fenicio-púnico. Los perfumes tenían una base de aceite vegetal (de oliva, de sésamo, de lino, de almendra), producto de por sí ya altamente considerado (téngase en cuenta que el uso del alcohol como base para los perfumes no empieza a utilizarse hasta el siglo XIV d.C.). La propia forma del recipiente -ungüentario- es la que con frecuencia servía para albergar los aceites perfumados que se usaban para embalsamar a los difuntos y que en ocasiones vemos incluso representados, como es el caso de la tapa del sarcófago fenicio con efigie femenina hallado en Cádiz en 1980.

En esta misma línea interpretativa, encontramos ungüentarios similares en el depósito votivo de Iliberri (Granada), compatible con el uso que estos aceites perfumados tenían en los rituales religiosos, como símbolo de ofrenda y alabanza a la divinidad.


Hemos hablado también del tamaño. La limitación de tamaño que necesariamente imponía la técnica de elaboración aplicada -ya de por sí compleja y que hacía del recipiente un producto suntuario- encajaba con las características del propio perfume. La elaboración del mismo en la Antigüedad era un proceso costoso, lo que motivaba que su uso y distribución a los "consumidores finales" -por usar terminología actual- se hiciese en pequeños recipientes. También era importante que estos fuesen opacos, pues la luz solar podía alterar las cualidades y durabilidad del producto contenido.

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