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Mi Pieza Favorita

Vaso a la almagra de la Cueva de los Murciélagos de Zuheros por Rafael M Martínez Sánchez. Investigador postdoctoral, Universidad de Granada.

Vaso a la almagra de la Cueva de los Murciélagos de Zuheros
por Rafael M Martínez Sánchez. Investigador postdoctoral, Universidad de Granada.


La pieza que me han encomendado presentar, es el conocido como vaso a la almagra de la Cueva de los Murciélagos de Zuheros, un ejemplo excepcional y muy representativo de las primeras producciones cerámicas del sur de Iberia, y probablemente una de las primeras piezas neolíticas procedentes del subbético cordobés que ingresaron en el Museo. En mi caso, resulta una pieza familiar, ya que a inicios de los años 90 encargaron a mi madre realizar una reproducción de la pieza para el museo de Doña Mencía, para lo cual Paco Godoy, director de entonces, no dudó en facilitarle una nutrida serie de fotografías de calidad.

El hallazgo procede de la primera exploración sistemática documentada en esta cueva, realizada por un grupo de oficiales del bando sublevado en abril de 1938, en plena Guerra Civil. Según testimonio en vida de uno de los descubridores (Francisco Segovia García), dicho vaso fue desprendido a fuerza de cincel, de un depósito concrecionado donde se encontraba un esqueleto, que podemos identificar hoy con el situado en la ¿sala de las Formaciones¿, a 80 m bajo las salas superiores donde se concentran las evidencias de ocupación. Junto al vaso, un brazalete de mármol y el cráneo del mismo individuo fueron trasladados con gran emoción hasta el Museo, donde el entonces director, Blas Taracena, les conmino a regresar a la cueva para recolocar al menos el cráneo en el lugar exacto de la extracción y fotografiar el conjunto con algún objeto que sirviera de escala, lo que ellos hicieron con diligencia, usando para dicho fin una botella de vino. Blas Taracena, arqueólogo soriano bien conocido por sus trabajos en Numancia, se encontraba ejerciendo la dirección en sustitución de Samuel de los Santos, apartado esos años por su filiación política.

Este vaso constituye un ejemplo elocuente del tratamiento a la almagra, que consiste en aplicar un engobe a base de polvo de hematites diluido en agua recubriendo la superficie de la pieza una vez modelada, fijado mediante alisado o bruñido. Además, antes de secarse completamente, el recipiente fue decorado mediante la denominada técnica a boquique. Ésta, con precedentes en Liguria y mediterráneo francés desde c. 5800 cal AC, consiste en ejecutar impresiones oblicuas a punzón superpuestas, conformando un surco lineal a base de impresiones. El vaso cuenta con haces de líneas (surcos) verticales bajo el borde y motivos a chevrons a base de haces de cinco y seis líneas, conformando un motivo diferenciado a un lado y otro de la pieza, ejecutado con dicha técnica tras la aplicación del engobe.

La forma del vaso puede definirse como esférica, con un asa de cinta con perforación bajo la línea del borde. El asa opuesta es reconstruida, viniendo a sustituir a una restauración anterior que imitaba con detalle la superficie original de la cerámica. Este tipo de asas con perforación vertical en la cinta, como en el caso de las asas tubulares verticales, suelen asociarse a los recipientes con asa-pitorro, la cual se situaría en el extremo opuesto, ésta también ocasionalmente con una perforación superior. Estos son pues recipientes muy característicos dotados de un asa perforada o tubular vertical en un extremo, y un asa-pitorro en el otro, constituyendo formas de aspecto similar al de un botijo, donde la perforación vertical de las asas serviría para hacer pasar una cuerda o bien como apoyo para trenzar un asa horizontal de cestería. Por ello, la forma original del vaso diferiría sensiblemente a la que estamos acostumbrados a ver en la exposición, siendo probablemente muy similar a otros ejemplos de vasos con asas-pitorro conocidos en la Alta Andalucía, como en la Cueva de los Mármoles o la Murcielaguina (Priego de Córdoba), la LJ11 (Loja, Granada), o en cavidades de la costa de Málaga.

Se ha especulado en el empleo de este tipo de recipientes a modo de biberones o vasos para el consumo directo de líquidos desde el pitorro, ya que su forma no permitiría a priori, como en ocasiones ha indicado el profesor J. Carrasco, la bebida a chorro o a tiro como en el caso de nuestros botijos. Así, se ha documentado mediante analíticas de contenidos la presencia de trazas de lácteos en recipientes de este tipo en ejemplos concretos del mediterráneo ibérico. En nuestro caso, la falta del pitorro podría deberse a quedar este fragmento atrapado en la concreción del gour, perdiéndose durante la extracción o bien estando aun presente en el carbonato que concreciona este depósito.

El contexto sepulcral del que presumiblemente se extrajo esta pieza, cuyo protagonista es conocido oficiosamente como Mari Pili, representa en realidad un depósito funerario de un hombre adulto en decúbito lateral derecho con las piernas flexionadas, situado en un gour y recubierto de carbonato cálcico. Desde su descubrimiento, accesos incontrolados y percepciones erróneas de lo que constituye la conservación del registro arqueológico han ido haciendo desaparecer otras partes del esqueleto (algunas vértebras y el cráneo conservados en el Museo, un fémur y ambas tibias presumiblemente desaparecidos). La datación por radiocarbono obtenida en la Universidad de Waikato (Nueva Zalanda), lo sitúa en torno a 5200 cal AC, es decir, en el ultimo tercio del VI milenio antes de Cristo. El análisis genómico recientemente publicado, confirmaría su origen afín a las primeras poblaciones neolíticas de Anatolia, como parte de grupos instalados pocas generaciones antes en el sur de Iberia y de características ciertamente diferenciadas a las de los cazadores recolectores que habían poblado el territorio pocos siglos atrás.

Todo ello contextualizaría de forma excepcional el vaso que presentamos, entorno funerario con datación radiocarbónica, sexo y genómica del individuo depositado en el gour de la Sala de las formaciones. Sin embargo, la asociación indudable de este vaso con dicho contexto sólo está respaldada por testimonios orales y por el relato escrito de su descubrimiento, siendo entregado por uno de sus protagonistas, Ricardo Bárcena Nalda, muy poco después. Un ejemplo excepcional de la mejor alfarería neolítica, y de la propia historia de la arqueología prehistórica en la provincia de Córdoba.

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