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Mi Pieza Favorita

Mihrab monolítico, por Jerónimo Sánchez Velasco. Escuela de Arte "Dionisio Ortiz"

Mihrab monolítico

Por Jerónimo Sánchez Velasco. Escuela de Arte "Dionisio Ortiz"

 

Es mi pieza favorita, sin duda. No sólo le tengo un cariño especial. Es una bella metáfora material de todo lo que entiendo por investigación arqueológica, de todo lo que creo que deben ser los museos.
Sacada de un viejo muro, en una excavación arqueológica de los años 80 del siglo pasado, estaba almacenada en los fondos del Arqueológico, sin exponer. Allí se guarda todo, lo "bonito" y lo "feo", lo "importante" y lo que "no lo es", porque el Arqueológico es el gran baúl de la memoria colectiva de Córdoba. Y se guarda por un motivo: nunca se sabe la trascendencia que puede tener una pieza, tanto desconocida como aparentemente ya sin secretos.

Cuando decidí estudiar las piezas de época visigoda de Córdoba la gente miraba raro. Las cosas como son. Unas columnitas pequeñas; algunos cimacios pequeños; algunas piedras talladas, por supuesto pequeñas; y algunas piezas más grandes, pero "feas". Todo metido en una salita, pequeña también. No era la Corduba imperial romana ni la esplendorosa Qurtuba Omeya. Pero las apariencias engañan y lo que importa en Arqueología es la información que se pueda obtener: 133 piezas de decoración arquitectónica y decenas de epígrafes después aquellas piezas tan poco agraciadas, colocadas en su contexto urbano, nos permitían conocer cómo había sido aquella ciudad -también importantísima- que se desarrolló en los 300 años que separan Corduba de Qurtuba.
 

Sin embargo, algo no cuadraba. Una pieza rompía todos los esquemas. Catalogada como nicho visigodo, no lo era, ni por forma ni por decoración. Los nichos visigodos se empotran en la pared, no tiene decoración a los lados. Además, la decoración era rarísima: aparentemente hecha con un relieve al "estilo visigodo" (si eso se pudiera decir), lo cierto es que para ver algo igual a sus laterales había que ir al Egipto del primer Islam, o a la Bagdad del siglo VIII d.C. para su decoración superior. Para colmo, en un momento indeterminado, había sido transformada en una fuente aprovechando la venera de su parte frontal, en la que se realizó un agujero para colocar un surtidor. Al final, resultó ser un mihrab monolítico, una pieza que se adosa a la pared del muro de qibla, ese que sirve para orientar el rezo hacia La Meca. Sólo se conserva uno casi igual en el Museo de Irak, porque se trata de un tipo de pieza característica del primer momento del Islam. Luego, relativamente pronto, el mihrab pasa a ser una habitación. En Córdoba eso lo conocemos muy bien. Por tanto, se sabía qué era y, más o menos, la fecha que tenía: un mihrab monolítico del siglo VIII d.C.

Ahora bien, ¿qué hacía una pieza así empotrada en un muro de una casa de la calle Manríquez, junto a la Mezquita? Debió reutilizada como fuente durante bastante tiempo (la superficie gastada así lo indica) y, por una rotura, acabó sus días sirviendo de relleno en un muro. Esta reutilización habría que relacionarla con la conquista cristiana de la ciudad, porque en el mundo islámico este tipo de objetos se atesoran, se guardan como reliquias. Por proximidad, lo lógico es pensar que debió pertenecer originalmente a la Mezquita Aljama de Córdoba.

Resumiendo: aquella pieza olvidada pero conservada en los almacenes del Museo Arqueológico resultó ser una de las piezas más interesantes de la colección, un elemento único en Europa que nos habla del momento inicial de formación del arte omeya cordobés, donde se mezcla lo visigodo, lo oriental y lo mediterráneo en una suma totalmente nueva. Es exactamente lo mismo que se está haciendo en esa gran obra del primer arte islámico que es la Mezquita de Córdoba. Por ese motivo se podría decir que estamos ante el primer mihrab de la Mezquita fundacional, la de Abd-al-Rahman I.

Sin nuestro museo, sin su memoria conservada, sin el trabajo de "excavación" en sus fondos, se pierde la oportunidad de conocer el importantísimo legado que está ahí, esperando a que, usando los métodos científicos de la Arqueología, sea recuperado. Nunca se sabe dónde puede saltar una grata sorpresa.

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