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Mi pieza favorita

03/08/2020

Cabeza de exvoto de Torreparedones. Por José Antonio Morena López, Arqueólogo Municipal, Director del Museo Histórico de Baena y del Parque Arqueológico de Torreparedones

 

Aunque no es de gran tamaño ni está trabajada en material noble, esta modesta pieza tiene un gran interés para el conocimiento de la religión iberorromana por la inscripción que posee. Se trata de la cabecita de un exvoto, hallado en superficie y, por tanto, sin contexto arqueológico definido, que se conserva en el Museo Arqueológico y Etnológico de Córdoba, fruto de una incautación policial que originó su declaración como BIC, junto con otras 13 exvotos del mismo santuario, por Real Decreto 1214/1990. La pieza la dimos a conocer, por primera vez, en 1989 con motivo de mi memoria de licenciatura y desde entonces ha generado una copiosa literatura.

Es una cabeza de pequeñas dimensiones (6,7 cm de altura, anchura máxima 7 cm y grosor máximo 6 cm) cuyo aspecto final es de los mejor conseguidos dentro de toda la serie votiva en piedra del santuario que se caracteriza por su extremado esquematismo: presenta rostro amplio y despejado, con el cabello cayendo por los lados que podría confundirse con un velo; nariz ancha y arco superciliar muy marcado y ojos algo hundidos, labios finos y barbilla prominente, de forma redondeada; a ambos lados de la cara  se ven una especie de rizos o patillas. Esta cabeza pertenecería a una figura votiva completa (estante o sedente) que representa a un devoto que, tras recibir el correspondiente favor de la diosa, hizo entrega del exvoto para agradecerle dicho gesto.

Pero, sin duda, lo más sobresaliente de la pieza es la inscripción que tiene en la frente realizada con un instrumento punzante y de modo muy superficial y que alude a Dea Caelestis. De las tres posibles lecturas: DEA CAELIVS, DEA CAELE(STIS) V(OTVM) S(OLVIT) y DEA CAEL(ESTIS) IVS(IT) las dos últimas son las más frecuentes en la epigrafía votiva, pero quizás la tercera es la que más se ajustaría al contexto ya que nos pone en relación con el carácter oracular de Caelestis. Respecto de su cronología y a falta de contexto, se ha fechado por criterios paleográficos entre mediados del siglo II a.C. y mediados del siglo I a.C., de modo que estaríamos ante uno de los testimonios más antiguos conocidos en la península ibérica pues la mayoría de las inscripciones a Caelestis de la epigrafía hispana corresponden a los siglos II-III d.C.

Según algunos autores, como al parecer, en las dos últimas lecturas el nombre de la diosa aparece en nominativo estaríamos ante una imagen de la misma pues para algunos no sería lógico pensar que la figura que porta tal rótulo fuese representación de una dama oferente. Pero a este respecto, y conociendo como conocemos que la imagen de la divinidad no era en Torreparedones una imagen antropomorfa, sino un betilo estiliforme, no hay duda de que esa cabeza humana corresponde a la imagen de un devoto.

Dea Caelestis representa la hipóstasis de la divinidad púnica Tanit, paredro de Ball Hammnon, y encarnaba el principio femenino de la fecundidad y fertilidad de la vida y de la tierra, impregnado de una acentuada connotación astral y, en ocasiones, guerrera, junto a otras esferas como la navegación, la salud y el mundo de ultratumba. Como su nombre indica fue una deidad romana del cielo que heredó las atribuciones astrales de la cartaginesa Tanit. En la península ibérica, las inscripciones con su nombre (ocurre lo mismo en el norte de África e Italia), contienen los epítetos y los títulos de la diosa que la acreditan con aquellas cualidades de una divinidad celeste y estelar.

En el marco de la III Guerra Púnica fue adoptada por evocatio, hacia el año 146 a.C., tras la toma de la ciudad de Cartago por las tropas romanas y asimilada en el panteón romano a Juno en un primer momento. Pero pronto se le sumaría el epíteto de Caelestis con tal fuerza que acabaría por denominar en solitario a la diosa, aunque siempre mantuvo asimilaciones y relaciones con otras deidades como Cibeles, Fortuna, Diana, Magna Mater, Venus, Isis, etc. Cuando Cartago volvió a fundarse en el año 122 a.C. la diosa cartaginesa Caelestis se asoció con Juno tomando el nombre de Juno Caelestis, la ciudad tomó el título de colonia Iunonia y la propia imagen de la diosa fue traslada a Roma. Su culto se extendió por gran parte del imperio, en especial, por todo el norte de África siendo el siglo III d.C. el período de mayor apogeo de su veneración, produciéndose después un paulatino declive que culminará con su desaparición ante el Cristianismo.

 

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